jueves, 28 de junio de 2012

”Read this, teacher”

Read this, teacher”_ la pequeña Emily me miraba tímidamente con sus enormes ojos negros mientras alzaba su cuento para llamar mi atención. Tocaba lectura y en nuestro ritual diario los alumnos, sentados en la alfombra frente a mí, esperaban a que escogiera uno de los libros que habían traído de sus bibliotecas domésticas para compartirlo con la clase. Cogí el libro de Emily y me sonrió. Cuando volví a sentarme en mi silla me di cuenta de que el cuento estaba en español.

Trabajaba como maestra de educación infantil, en un colegio público de la ciudad de Nueva York. Mi clase era monolingüe, en inglés, y paradójicamente mis 21 alumnos eran de familias dominicanas. Mis clases las daba en inglés únicamente, todos hablábamos un idioma común, español, pero no lo usábamos. Estábamos en abril y después de casi 8 meses con mis alumnos, aún no sabían que yo hablaba español.

Pero al ver la sonrisa de Emily y considerando que ella apenas participaba en clase, debido a su timidez y a su dificultad con el inglés, decidí leer el libro en español sin darle mucha importancia.

Sólo con leer el título empecé a darme cuenta de las caras de sorpresas de mis alumnos. Estaba muy intrigada, así que abrí el libro y seguí leyendo. Me miraban asombrados con los ojos bien abiertos, como pensando “¿quién es esta persona que tanto se parece a nuestra maestra?”. Alguno empezó a reírse con una risita nerviosa contagiosa y pronto se estaban todos riendo. Luego surgieron los comentarios “She speaks Spanish!”, “No, that’s not Spanish, that’s Chinese!”,  “¡No, ella habla mejicano!”.
Uno de mis alumnos parecía estar muy molesto “It’s weird, teacher, stop it please!”
“Teacher, do you speak Spanish?” Les mire, les sonreí, y terminé de leer el cuento en español.

No usé el español en mi clase nunca más, tampoco me lo pidieron, siguieron hablándome en inglés. Pero aquel episodio con mis alumnos me hizo darme cuenta de la forma tan particular que tienen los niños bilingües de clasificar las situaciones diarias y las personas con las que interaccionan de forma cotidiana como pertenecientes al universo de uno de sus dos idiomas.

Yo pertenecía a su universo del inglés y el “idioma oficial” de la clase era el inglés. Algunos hablaban en español con algunos de sus compañeros, pero la maestra sólo se concebía hablando inglés y formando parte del universo lingüístico y cultural del inglés. El escucharme hablar en español les había descuadrado del todo.





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